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REACCIONES A LAS VACUNAS

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Reacciones adversas y fallo vacunal



La vacunación forma parte importante de los programas de salud que se aplican a nuestras mascotas. Normalmente, los veterinarios siguen las recomendaciones de administración que indica el laboratorio fabricante, directrices que a menudo incluyen revacunaciones anuales.

 

Edad

Desde el punto de vista inmunológico sabemos que los animales presentan unas capacidades defensivas que varían a lo largo de su desarrollo. Así, los animales recién nacidos y jóvenes al presentar un sistema inmunitario inmaduro, están predispuestos a que estos fallos vacunales sean más frecuentes. Esto mismo ocurre en los animales viejos, ya que el sistema defensivo de estos ha entrado en una fase conocida como inmunosenescencia o envejecimiento inmunológico, lo cual evidentemente le hace un fiel candidato a la no-respuesta o baja respuesta vacunal.

En los animales recién nacidos, la inmunidad depende directamente de aquella que le proporciona la madre vía calostral. Este sistema de donación de anticuerpos y células inmunológicas se da durante un periodo muy corto de tiempo, de tal forma que transcurrido este, la translocación de anticuerpos finaliza. Sabemos que un porcentaje significativo de los animales recién nacidos no recibe niveles adecuados de anticuerpos, lo que da lugar a una alta frecuencia de morbi-mortalidad neonatal.

 

Genética

Hoy sabemos que existen animales y razas que son genéticamente más resistentes que otros a distintas enfermedades. Incluso, podemos afirmar que dentro de una misma raza, existirán animales con un “bagaje genético” de mayor resistencia a enfermedades y a esto pueden deberse las diferencias observadas en cuanto a protección vacunal de unos y otros. Es bien conocida la susceptibilidad de razas como los Rottweiler, Doberman, Labrador y Pastor Alemán, entre otros, al padecimiento de cuadros graves de parvovirosis o a la tendencia a mostrar respuestas vacunales más pobres frente a este virus. Igualmente conocida es la susceptibilidad del Husky, Alaskan Malamute y otras razas nórdicas, al padecimiento y pobre respuestas vacunales al virus del moquillo. Ni que decir tiene que una deficiencia genética en cualquiera de los componentes inmunológicos puede dar lugar al desarrollo de un “fallo vacunal” además de provocar, en ocasiones, un grave estado de “indefensión” frente a todo tipo de infecciones, tumores y al desarrollo concomitante de enfermedades autoinmunes por la existencia de mecanismos inmunológicos disregulados.

Dentro de estas, la deficiencia de una o más clases de inmunoglobulinas, es la inmunodeficiencia primaria más común en perros y gatos. Los signos clínicos de este desarreglo pueden no manifestarse hasta que se han agotado los anticuerpos maternos (12-15 semanas de edad). Los cachorros que no reciben un buen calostro, se hacen susceptibles a más temprana edad, con el desarrollo de infecciones respiratorias y gastrointestinales frecuentes.

 

Nutrición

Existe una íntima relación entre la capacidad inmunológica de un animal y su estado nutricional, de tal forma que una nutrición tanto deficiente como excesiva pueden dar lugar a un proceso de inmunodeficiencia nutricional y un consecuente estado de no-respuesta a la vacuna. Por ejemplo, se sabe que deficiencias de cinc en hembras preñadas conlleva que la descendencia padezca una depresión intensa de la actividad inmunitaria.

 

Enfermedades concurrentes

Ciertas enfermedades, si están presentes en el momento de la vacunación, pueden predisponer a un estado de hiporrespuesta vacunal. Esto es particularmente cierto para diversas patologías:

  • Enfermedades parasitarias (leishmaniosis, helmintosis, etc.).
  • Enfermedades alérgicas.
  • Inmunodeficiencias secundarias o adquiridas. Mucho más frecuentes que las primarias vistas anteriormente. Estas inmunodeficiencias pueden estar asociadas a infecciones (por ejemplo FIV, FeLV, parvovirus, moquillo) o ser consecuencia de procesos neoplásicos, nefropatías, metabolopatías, desarreglos nutricionales, farmacoterapia, cirugía o estrés psicológico. El cuadro clínico que se desarrolla es similar al de las primarias pero, a diferencia de estas, puede ser superada si la causa subyacente se corrige

 

Hipersensibilidad inmunológica

Como bien sabemos, las reacciones alérgicas mediadas por IgE requieren una primera fase de sensibilización clínicamente inaparente y una segunda fase efectora con provocación de cuadros que pueden ir desde reacciones urticariales a angioedemas (edema facial, periorbitario, laríngeo, de vías respiratorias altas, etc.), o reacciones realmente graves como la anafilaxia. Esta última se manifiesta en el perro de forma distinta a otras especies, ya que en este, el principal órgano afectado no es el pulmón sino el hígado, en especial las venas hepáticas. Así, los perros que sufren anafilaxia muestran un cuadro de excitación inicial con vómitos, diarrea y micción, seguida de depresión respiratoria, debilidad muscular, convulsiones, estado comatoso y muerte en aproximadamente una hora. 

 

Todas estas reacciones (urticaria, angioedema y anafilaxia) pueden darse en el cachorro en primera vacunación o en revacunaciones (primera inoculación o posteriores). Las reacciones en primera vacunación se deben primordialmente al paso de IgE y de “factores alergénicos” ingeridos con el calostro, que favorecen el desarrollo de respuestas Th2 en los cachorros, o bien y más raramente a reacciones de tipo anafilactoide. El término “anafilactoide” suele emplearse para describir una respuesta que clínicamente es idéntica a la anafilaxia pero que no se debe a la presencia de anticuerposIgE, sino más bien a la liberación de histamina por parte de los mastocitos de forma inespecífica, no mediada por estos anticuerpos. En el perro estas reacciones se describen raramente con el empleo de vacunas bacterianas, principalmente vacunas de Leptospira y Bordetella. Las reacciones que ocurren en segundas o posteriores inoculaciones, se deben fundamental y directamente al cachorro, ya que este queda sensibilizado en la primera vacunación y desarrolla la fase efectora en las posteriores.

Por razones todavía no aclaradas, no todos los pacientes con hipersensibilidad alérgica demostrada en una vacunación, muestran reacciones en las siguientes vacunaciones.

 

El tratamiento de estas reacciones alérgicas debería estar adaptado al tipo y gravedad de los signos clínicos. Evidentemente, ante una anafilaxia, el tratamiento debe incluir la administración de epinefrina, glucocorticoides, antihistamínicos H1 y expansores de plasma (cristaloides fluidos intravenosos) para combatir el shock hipotensivo.

Sin embargo, reacciones más leves o moderadas como son las reacciones urticariales y el prurito en el punto de inoculación o la formación de un angioedema facial o periorbital, requieren otro tipo de estrategias terapéuticas. Este tipo de reacciones se cuentan entre las más frecuentes y se trata de lesiones que generalmente son transitorias y se resuelven por sí solas en el término de 24-72 horas. Estos casos no necesitan tratamiento corticoideo y se puede actuar sobre el mismo con un AINE combinado o no con un antihistamínico H1. El único peligro del angioedema es que afecte al tejido laríngeo o a las vías respiratorias altas; en este caso sí que está indicada la administración de un corticoide.

 

(Argos PV, Dr. Fernando Fariñas Guerrero)



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